domingo, 3 de abril de 2011

"Tren a Pakistán", de Khushwant Singh

Libros del Asteroide es una editorial de referencia. A la belleza y calidad de sus ediciones hay que añadir la categoría de su catálogo, que incluye autores recuperados, como Manuel Chaves Nogales, y descubrimientos resultado de incursiones por distintas literaturas de todo el mundo, tanto a oriente como a occidente.

"Tren a Pakistán", es un ejemplo de esa tarea de búsqueda. Todo un acierto. Una novela que explica de forma sencilla y objetiva un conflicto complejo con un resultado lúcido y brillante.

En una pequeña aldea, cercana a la nueva frontera, la convivencia es tranquila, manteniéndose todas las tradiciones salpicadas por mínimas influencias coloniales, meros arañazos sin profundidad en su arraigada cultura.

El pueblo se ve amenazado por una serie de enfrentamientos provocados por factores externos: La metrópoli, los nuevos gobiernos, la burocracia y la juventud educada e influida por la cultura e ideologías occidentales. De algunas de estas contiendas, como la colonial, recién mal resueltas, quedan las secuelas. Otras, como la religiosa y la existente entre tradición y progreso, minan la estabilidad de la cohabitación.

La confluencia de todos los factores desembocará en una crisis definitiva que acabará con la estructura social.

Tras la apariencia de una nostálgica novela costumbrista, que trata a los personajes o con un cariño e indulgencia que recuerda a García Pavón y sus historias sobre Plinio y Tomelloso, o con la sutil ironía de influencia británica utilizada en la descripción de las escenas burocráticas, dignas de Monty Python, se esconde una sagáz obra simbólica, contemporánea y occidental.

Con eficacia, y sin resultar estridente, el simbolismo es aparcado por el autor en la última parte, sirviéndose de dos personajes, uno de ellos sarcásticamente borracho, para expresar perspicaces reflexiones sobre el compromiso, la responsabilidad, la culpa o sobre el heroísmo, su efectividad o inutilidad, cuestión ésta que debe ser respondida por el lector una vez leída la escena final.

"Tren a Pakistán"  progresa y evoluciona a medida que avanza, yendo de menos a más, y sigue creciendo una vez terminada, al ser saboreado su recuerdo. A ello contribuye, además de la inteligencia que destila, la simpatía o, como poco, clemencia con la que son tratados los perfectamente dibujados personajes, los cuales, al ser la situación tan compleja, las circunstancias tan variadas, las opciones tan pocas,  no son juzgados. En este caso no se trata de enjuiciar, simplemente de explicar.