Se especula ya sobre cómo va afectar a la llamada "Generación Nocilla" y a sus obras el paso del tiempo. A la generación en sí se sabe que muy mal; se la puede considerar prematuramente finiquitada. Con respecto a sus obras, algunos estudiosos creen que van a envejecer mal, porque únicamente para unas generaciones muy concretas tienen pleno significado los elementos utilizados para crear imágenes y conceptos. Las generaciones posteriores necesitarán que se les expliquen determinadas nociones, y ello supondrá una gran merma de frescura y disfrute.
Estos mismos argumentos pueden ser aplicados a las novelas de humor. Un chiste pierde la gracia si precisa ser explicado. Las sátiras se sirven de referencias a diferentes lugares, como sitios de veraneo, edificios, instituciones, teatros, restaurantes u otros locales de moda, personajes populares, ya sean músicos, modistos, actores, aventureros, deportistas, periodistas, columnistas, críticos sociales o literarios, novelistas o autores teatrales, o a obras de todo tipo, de teatro, musicales, novelas, periódicos o revistas. Si la celebridad de estas referencias se ha marchitado con el tiempo, y ha de ser recordada con notas a pie de página, la eficacia se disipa, los mecanismos que provocan la risa no saltan, no se produce la carcajada, y sólo queda una condescendiente sonrisa.
También son instrumentos utilizados en este tipo de obras el lenguaje, por medio de los juegos de palabras, neologismos, equívocos, las pronunciaciones defectuosas o las hablas de los distintos sitios. Todas estas herramientas son difícilmente salvables cuando son traducidas obras escritas en otras lenguas.
Si por estas razones, para un lector de un tiempo y cultura diferentes, este tipo de novelas pierden la gracia, su mayor valor y principal sentido, quedarán entonces reducidas, en el mejor de los casos, a meras novelas costumbristas, ya que como armas destinadas a la crítica social resultan ineficaces al incitar sus personajes más la ternura que el desprecio, y en el peor a piezas ininteligibles. Pero, a pesar de estos handicaps, su lectura debe afrontarse sin prejuicios, porque es posible sorprenderse, que el humor triunfe y, por tanto, disfrutar.
En 2010 las editoriales Impedimenta y Acantilado publicaron "La hija de Robert Poste" y "La tía Mame" respectivamente, las cuales pueden servir como ejemplos de supervivencia más o menos exitosa, y ser sometidas a una comparativa en la que, reconociendo que el duelo es desigual, al haber una perceptible diferencia de veintidós años entre la publicación de una y otra, hay que declarar vencedora indiscutible a la última.
Si por estas razones, para un lector de un tiempo y cultura diferentes, este tipo de novelas pierden la gracia, su mayor valor y principal sentido, quedarán entonces reducidas, en el mejor de los casos, a meras novelas costumbristas, ya que como armas destinadas a la crítica social resultan ineficaces al incitar sus personajes más la ternura que el desprecio, y en el peor a piezas ininteligibles. Pero, a pesar de estos handicaps, su lectura debe afrontarse sin prejuicios, porque es posible sorprenderse, que el humor triunfe y, por tanto, disfrutar.
En 2010 las editoriales Impedimenta y Acantilado publicaron "La hija de Robert Poste" y "La tía Mame" respectivamente, las cuales pueden servir como ejemplos de supervivencia más o menos exitosa, y ser sometidas a una comparativa en la que, reconociendo que el duelo es desigual, al haber una perceptible diferencia de veintidós años entre la publicación de una y otra, hay que declarar vencedora indiscutible a la última.
En " La hija de Robert Poste" el humor se apoya en juegos de palabras y neologismos que prácticamente, aunque sean explicados por el traductor, no son efectivos. Seguramente sea una obra más sutil y sagaz, tanto en lo que se refiere a las escenas como a la descripción y tratamiento de los personajes, con un humor perspicaz y de trazo más fino, el cual se desvanece con el paso de los años.
"La tía Mame" se sirve de personajes más excéntricos, sometidos a situaciones extremas y cómicas y, en general, un humor más grueso que, independientemente de las continuas alusiones a lugares y personajes célebres en su momento pero la mayoría hoy olvidados, resiste perfectamente. Y eso que, aunque fue publicada veinte años después, se retrotrae a finales de los años veinte, mientras que, curiosa e innecesariamente, "La hija de Robert Poste" se sitúa en un futuro, indeterminado pero cercano, en el que las tenues referencias históricas y tecnológicas futuristas resultan desconcertantes.
Son decisivas, a la hora de decantarse por una u otra obra, las respectivas protagonistas, las cuales comparten muchos más rasgos que los que las diferencian, pero, al ser descritas una por su sobrino, benevolente narrador agradecido, y la otra por la escritora y estar sometida, como el resto de los personajes, a su afilada ironía, la imagen que se forma el lector de ambas es muy distinta. La tía Mame despliega encanto, despierta aprecio, cariño y mucha clemencia. Es un personaje inclasificable, desconcertante, camaleónico, mayormente irreflexivo e instintivo hasta bordear lo ridículo pero sin llegar nunca a perder la dignidad, y capaz de, si se requiere, mostrar sensibilidad, sensatez, inteligencia y sobre todo aptitud para la supevivencia, favorecida por su desahogo económica. Flora Poste, en cambio, no excita los mismos sentimientos. Siendo un personaje simpático, también queda evidenciado que es entrometida, mangoneadora, caprichosa, infantilmente egoísta, edonista y otros muchos más calificativos que perfectamente pueden ser aplicados a la tía Mame pero que su sobrino se encarga de matizar.
Tanto en el caso de las protagonistas como en el de las obras en su conjunto, la principal y fundamental diferencia está en las circunstancias que a aquéllas rodean. Al contrario de Flora Poste, la tía Mame no es la más inteligente, la que domina y controla el entorno para salir finalmente triunfadora. En algunos casos esa es su intención, lográndolo a veces y conformándose otras con sobrevivir, pero en la mayoría de los lances simplemente aspira a integrarse y a ser aceptada.
"La Tía Mame" también destaca por el abanico de ámbitos sociales que abarca y que, por tanto, son objeto de una feroz burla. Las élites cultural e intelectual de Nueva York, el rancio y nostálgico Sur, los círculos universitarios y su entorno, la clasista burguesía acomodada, la decadente aristocracia de Nueva Inglaterra son diseccionados, desnudados y ridulizados, frente a "La hija de Robert Poste", que principalmente se ocupa del mundo rural y sólo tangencialmente de la burguesía londinense.
Otro aspecto que enriquece a "La Tía Mame" es el testimonio de tolerancia, personal, social, racial o religiosa, que fundamentalmente subyace a lo largo de la narración, aflorando en determinados momentos, y que es su mensaje básico.
El tiempo hace que "La hija de Robert Poste" quede reducida a una simpática e ingeniosa, aunque ajada, broma privada, un ajuste de cuentas con compañeros de profesión, pasado y, al parecer, familia. Una broma que, por su inteligencia, puede provocar sonrisas, mientras "La tía Mame", con su moderna y plenamente vigente brutalidad, abiertas carcajadas.
Más información sobre:
Stella Gibbons y "La hija de Robert Poste"
Patrick Dennis y "La tía Mame"