Mi hermano me regaló este libro la pasada Semana Santa. Un regalo de Reyes atrasado. Si me hubiera preguntado le habría dicho que algo de Robertson Davies o la penúltima de John Connolly, pero a él le gusta hurgar en las letras sudamericanas a ver qué encuentra. Resultó ser un buen regalo.
Salvo por Javier Calvo, no soy seguidor de Editorial Mondadori, y no tenía noticia de Edmundo Paz Soldán. Encantado de conocerle, ¿dice usted que es de... Bolivia? Ah, pues no lo parece. Quien quiera acercarse a la literatura boliviana para, por medio de ella, conocer ese país y cómo se vive allí, de nada le servirá esta obra. Son otras sus pretensiones, mira hacia el "Norte", hacia donde miran muchos en ese continente, y quiere ser testimonio de lo que puedes encontrar si llegas a allí.
Una frontera, dos mundos, tres historias, cuatro protagonistas (tres y pico siendo más precisos, pero no queda igual) son los elementos que utiliza.
Una frontera, la que separa a los Estados Unidos de América de México.
Dos mundos. El idealizado, y por ello deseado, primer mundo. El norte, un mundo muy duro con los que llegan del sur, a los que no quiere pero utiliza. El otro, la mayor parte del resto del continente americano, ante ese trato y el choque cultural es añorado.
Tres historias creíbles, sólidamente construidas y bien contadas, cada una con un tono diferente, demostraciones de que en el norte se puede estudiar becado, existen el amor y las drogas, hay más trabajo, los trastornados son ingresados en psiquiátricos, y se aplica la ley a aquéllos que cruzan la línea para robar coches o entrar en casas y matar a las personas que las habitan. Y cuatro personajes perfectamente descritos, algunos cimentados en existencias reales libremente interpretadas, lo cual no resta mérito sino que manifiesta un eficaz uso de materiales potencialmente valiosos. Sus vidas están tenuemente unidas por el arte, los trenes, un programa de radio, unas cartas, la locura, la infelicidad y se cruzan puntualmente en la red ferroviaria, un dibujo, una exposición, una detención y una ejecución.
Una frontera, la que separa a los Estados Unidos de América de México.
Dos mundos. El idealizado, y por ello deseado, primer mundo. El norte, un mundo muy duro con los que llegan del sur, a los que no quiere pero utiliza. El otro, la mayor parte del resto del continente americano, ante ese trato y el choque cultural es añorado.
Tres historias creíbles, sólidamente construidas y bien contadas, cada una con un tono diferente, demostraciones de que en el norte se puede estudiar becado, existen el amor y las drogas, hay más trabajo, los trastornados son ingresados en psiquiátricos, y se aplica la ley a aquéllos que cruzan la línea para robar coches o entrar en casas y matar a las personas que las habitan. Y cuatro personajes perfectamente descritos, algunos cimentados en existencias reales libremente interpretadas, lo cual no resta mérito sino que manifiesta un eficaz uso de materiales potencialmente valiosos. Sus vidas están tenuemente unidas por el arte, los trenes, un programa de radio, unas cartas, la locura, la infelicidad y se cruzan puntualmente en la red ferroviaria, un dibujo, una exposición, una detención y una ejecución.
Por medio de todo esto el autor avisa que la vida no tiene porqué ser mejor en el norte. Tal vez haya más oportunidades pero las mismas posibilidades de ser infeliz. El amor no está asegurado, los desengaños también duelen, las drogas hacen el mismo daño, el trabajo no está garantizado y menos el deseado, hay que ser mentalmente fuerte para que el desarraigo no conduzca a la locura y es un lugar igual de inseguro, en el que se roba, se mata y se puede morir.
Y lo hace mediante una exposición objetiva, legitimada por la base real, carente de cualquier juicio ético o intención moralizante. El resultado queda frío, preciso, acertado, muy equilibrado y trabajado, pero falto de compromiso y pasión. Las historias finalizan por orden de interés y, tal vez por ello, el epílogo es innecesario.
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