Ediciones Salamandra ha publicado "Crímenes". Su autor, Ferdinand von Schirach, un prestigioso abogado alemán especializado en la defensa de causas penales, describe en los once relatos que lo conforman algunos de los casos que, por una razón u otra, considera ejemplares. En Alemania ha sido un éxito. Aquí ha sido incluido en alguna lista de los mejores libros de 2011.
Cuanto más lo medito menos me gusta. Si pospongo la redacción de esta entrada acabaré siendo injusto. Dejémoslo en que es entretenido, fácil de leer, muy bien escrito, pero contradictorio y tramposo.
Sobre la forma, sobre el cómo está escrito, nada se puede reprochar. El estilo es puro, desnudo, directo a los hechos, sin desvíos. Son apenas ciento cincuenta páginas, y en ese espacio caben once historias y un prólogo. Aproximadamente, doce páginas son las que necesita para la exposición del caso, la explicación de algún asunto procesal o de otro tipo legal, y la conclusión.
Impecable. La sencillez y precisión con la que están relatados los hechos son estimulantes y doblemente sorprendentes. Por un lado demuestra que es posible alcanzar cotas muy altas de calidad literaria, presentar imágenes hermosas, poéticas incluso ("La espina"), con la valiente elección de un estilo parco y austero. El resultado es original en su normalidad, moderno por su academicismo y ortodoxia.
Por otro lado está la dificultad que esta opción entraña, acrecentada al tratarse de una primera obra. Un autor novel corre el riesgo de dejarse llevar, de exhibirse, de intentar demostrar lo buen escritor que es. Aquí se ha impuesto la experiencia profesional, los años previos redactando escritos y recursos, la cual se refleja tanto en la sobriedad como en la solidez. También en algo sobre lo que se incidirá más adelante.
Y todo esto al servicio de qué. Según el prólogo, Ferdinand von Schirach trata de mostrar lo frágil que es la estabilidad en que vivimos. En algunos casos, las decisiones equivocadas pueden arruinarnos ("Fähner", "Suerte"). En otros la enfermedad se impone a la voluntad, y la aceptación de ayuda puede salvarte ("Verde"), como el rechazo condenarte ("Amor"). Está preocupado por exponer las dificultades que entraña la administración de justicia ("El etíope"), la cual puede errar ("Summertime"), ser sorteada ("El erizo") o aplicada por uno mismo ("El cuenco de té de Tanata"). Pero la idea principal que preside la obra es de la culpabilidad y su complejidad, por ser un concepto relativo ("El violonchelo") en el que hay que tener en cuenta las circunstancias ("La espina").
Dónde están, pues, la contradicción y trampa. La contradicción está en que si bien "la mayoría de las cosas son complicadas, y la culpabilidad es siempre un asunto peliagudo", según palabras de su tío juez, intenta en cambio demostrar esto mediante unas historias sencillas, tanto en la forma como en el fondo. Y la trampa, en esas maneras limpias e inocentes, aparente objetivas y apabullantemente rotundas, que anulan la dialéctica e impiden el debate. Sólo dos relatos, los más noir y moralmente ambiguos, "El cuenco de té de Tanata" y "Legítima defensa", dan margen a la controversia.
No ha de olvidarse que el autor es un abogado defensor, ducho en el uso de esas artes, en verdad tendenciosas y sutiles, encaminadas siempre a alcanzar una meta concreta: Que los destinatarios lleguen a una conclusión determinada. Ante aquéllos que piensan que los abogados defensores "no son más que frenos en el coche de la justicia", Ferdinand von Schirach quiere demostrar que "sin frenos un coche no sirve para nada" (página 88). Para evidenciar no sólo lo necesaria que es su tarea, sino lo gratificante, nos habla de los defendidos suyos útiles para su propósito. Nada se sabe de los otros defendidos que, teniendo igualmente derecho a una defensa, no sean tal vez tan merecedores de ella.
La defensa legal es más de lo que se enseña en "Crímenes". El propio autor, con el gesto final de "Legítima defensa" reconoce que a veces se está cerca del lado de gente que da asco. Seguramente la ley le impide hablar de ellos. No es excusa. Si no puedes hablar de ellos no escribas un libro que cojea.
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