viernes, 15 de febrero de 2013

"Morir bajo dos banderas", de Alejandro M. Gallo.


No se le pueden cuestionar los encomiables méritos enciclopédicos a "Morir bajo dos banderas". Mucho más discutibles son sus valores literarios.

Alejandro M. Gallo se zambulle en la historia, se sumerge en ella y, empapado, construye una memoria monumental, un detallado, minucioso, documento dramatizado sobre la II Guerra Mundial, fundamentalmente desde la huida de las tropas británicas y francesas por Dunkerque. Y desde su vuelta al continente, con el desembarco en Normandía, prácticamente es un relato diario de la reconquista y victoria definitiva. 

Con coherencia y fluidez, al menos hasta llegar a París, más atascados en los barros de Alsacia y Lorena a partir de ahí, se suceden los acontecimientos históricos, y engastadas a ellos las anécdotas aceptadas, escenificadas por sus protagonistas reales.

Son indudables el poder estimulante para espíritus medianamente inquietos, y el interés didáctico de la obra. Congrega a gran parte de los principales involucrados. Confirma aspectos conocidos, como la valentía de los ejércitos italianos. Aclara asuntos mal explicados, como el anfibológico papel de Francia, que sirven para comprender por fin "Casablanca".

Y, fundamentalmente, rescata y rinde honores a unos hechos olvidados u ocultados, pero dignos de un obligado recuerdo y reconocimiento: El papel de los voluntarios españoles en aquella tragedia. De todos. De los que lo hicieron en el bando correcto. Y de los que lo hicieron en el equivocado, por convicción o para escapar de la cárcel, con la intención de desertar, de cambiar de bando.

Los problemas de Alejandro M. Gallo comienzan al intentar hacer de "Morir bajo dos banderas" una obra de ficción. 

La misión es de tal magnitud que el ritmo ha de ser trepidante. No hay tiempo para contar las bajas del enemigo. Tampoco lo hay para sorpresas, sistemáticamente saboteadas con antelación. Y el estilo, austero, sucinto, concreto, después de más de seiscientas páginas, muestra, agotado y reiterativo,  sus carencias y limitaciones.  

La tarea es tan ardua que es imposible lograr que los personajes tengan una mínima profundidad psicológica. Los intentos son esperpénticos, errados y no van más allá de la humedad en los ojos.

Alejandro M. Gallo, inmerso en el espíritu y los valores del pasado, queda atrapado en ellos. Y por ello "Morir bajo dos banderas" oscila entre lo panfletario y lo folletinesco.

Por un lado, la trasnochada odisea familiar que vertebra la obra es digna de una radionovela, repleta de personajes prototípicos, héroes y villanos, de comportamientos íntegros y ejemplares, de situaciones melodramáticas. De soluciones inconcebibles. De oportunidades desaprovechadas.  

Por otro, el desafortunado tono elegíaco y propagandístico escogido por Alejandro M. Gallo es  innecesario, contrarresta su rigurosidad, perjudica su credibilidad y convierte "Morir bajo dos banderas" en un cantar de gesta.

"Morir bajo dos banderas" funciona como testimonio histórico, más amena y atractiva la etapa africana, más tediosa y farragosa la europea. Como obra literaria el resultado es rancio, trasnochado y superado.

Más información sobre Alejandro M. Gallo y "Morir bajo dos banderas".