Debió ser en 2004, al poco de publicarse, cuando leí "El hombre de los círculos azules" y no entendí si aquello iba en broma o en serio, si era realista o surréalisme. No me gustó, como me aburre Georges Simenon o recientemente no me dijo nada "Calle de la Estación, 120" de Léo Malet. Me preocupa lo mío con la novela policíaca francófona.
Ediciones Siruela sigue editando las obras de Fred Vargas y éstas son galardonadas, reciben buenas opiniones y se venden. ¿Me habré equivocado?¿Quizá estuviera en un mal momento? Probaremos otra vez con "Un lugar incierto".
No empieza mal. Clásica y ortodoxa. Narrada en tercera persona y con el punto de vista centrado en el comisario Adamsberg aunque, si es necesario, salta esporádicamente a otros personajes sin rechinar. Los crímenes son cometidos en, nunca mejor dicho, escenarios, extraños como las circunstancias personales de víctimas y sospechosos. La imágenes son sugerentes e impactantes. También lo son los personajes. Tanto los miembros del equipo de investigación como el resto se definen, sin perder humanidad, por un rasgo de su personalidad inusual, desarrollado hasta el extremo, dando lugar a alguna situación cómica.
Hasta la mitad del libro todo va bien, literario e imaginativo. Respetable y meritorio. Ha logrado captar el interés por saber cómo acabará. El problema, cuando te has dejado llevar por la imaginación muy lejos, es encontrar un camino de vuelta plausible. Y ahí Fred Vargas fracasa, con arrogancia y pedantería. No es cuestión de destripar el argumento, no me iban a creer.
Pasado el ecuador, cuando, después de plantear unos escenarios tan rocambolescos, un entorno tan extraordinario y unas coincidencias tan increíbles, hay que empezar a justificar y explicarlo todo y encajarlo de tal modo que resulte verosímil, la novela se fragmenta. Se viene abajo, se cae y se fragmenta en dos partes la novela y se fragmenta en pedazos la narración, lo cual puede ser un recurso para provocar sorpresa o intriga o simplemente un truco o una trampa. En esta caso la intención es descolocar y aturdir para que sea más sencillo tragarse la revelación. Un acto de fe.
Y entonces vuelven las impresiones que en su momento produjo "El hombre de los círculos azules". La primera es que, llegado un punto, importa un bledo cómo se va a resolver el caso. Es tan increíble lo que esta contando, tan absurdo que no quiero ser partícipe. Sigo leyendo, porque soy educado, pero hace ya tiempo que desconecté.
La segunda, una y no más. Por supuesto que soy partidario de la imaginación y del ingenio, pero no del todo vale y del trágala.
Ediciones Siruela sigue editando las obras de Fred Vargas y éstas son galardonadas, reciben buenas opiniones y se venden. ¿Me habré equivocado?¿Quizá estuviera en un mal momento? Probaremos otra vez con "Un lugar incierto".
No empieza mal. Clásica y ortodoxa. Narrada en tercera persona y con el punto de vista centrado en el comisario Adamsberg aunque, si es necesario, salta esporádicamente a otros personajes sin rechinar. Los crímenes son cometidos en, nunca mejor dicho, escenarios, extraños como las circunstancias personales de víctimas y sospechosos. La imágenes son sugerentes e impactantes. También lo son los personajes. Tanto los miembros del equipo de investigación como el resto se definen, sin perder humanidad, por un rasgo de su personalidad inusual, desarrollado hasta el extremo, dando lugar a alguna situación cómica.
Hasta la mitad del libro todo va bien, literario e imaginativo. Respetable y meritorio. Ha logrado captar el interés por saber cómo acabará. El problema, cuando te has dejado llevar por la imaginación muy lejos, es encontrar un camino de vuelta plausible. Y ahí Fred Vargas fracasa, con arrogancia y pedantería. No es cuestión de destripar el argumento, no me iban a creer.
Pasado el ecuador, cuando, después de plantear unos escenarios tan rocambolescos, un entorno tan extraordinario y unas coincidencias tan increíbles, hay que empezar a justificar y explicarlo todo y encajarlo de tal modo que resulte verosímil, la novela se fragmenta. Se viene abajo, se cae y se fragmenta en dos partes la novela y se fragmenta en pedazos la narración, lo cual puede ser un recurso para provocar sorpresa o intriga o simplemente un truco o una trampa. En esta caso la intención es descolocar y aturdir para que sea más sencillo tragarse la revelación. Un acto de fe.
Y entonces vuelven las impresiones que en su momento produjo "El hombre de los círculos azules". La primera es que, llegado un punto, importa un bledo cómo se va a resolver el caso. Es tan increíble lo que esta contando, tan absurdo que no quiero ser partícipe. Sigo leyendo, porque soy educado, pero hace ya tiempo que desconecté.
La segunda, una y no más. Por supuesto que soy partidario de la imaginación y del ingenio, pero no del todo vale y del trágala.