Desequilibrada y confusa, escogida confiadamente para comenzar las vacaciones, "Arde Chicago" ha resultado una lectura decepcionante.
Todos los defectos de este primer caso de la detective aficionada Cassandra Lisle, podrían tener una explicación y un motivo.
Si la intención de Charlotte Carter era la de mostrar en la narración y la de transmitir al lector el amateurismo de su protagonista, hay que reconocerle la inteligencia y sutileza con la que ha diseñado una obra repleta de desproporciones y asimetrías.
Ni los personajes, sugestivos y creíbles, ni el entorno eficazmente reflejado, se merecen estar involucrados en una historia vulgar, elemental que con una precipitada resolución intenta disimular su inverosimilitud.
Queda la esperanza de que todo ese potencial no se malgaste, y sea aprovechado por la autora en las siguientes entregas.
No hay simetría entre la lucidez expuesta en las reflexiones, la perspicacia mostrada en las descripciones, o la sensibilidad imprescindible para captar los ambientes, y la desidia revelada en la concepción de la trama.
No hay proporción entre la generosidad con la que se explaya en la disección y análisis de los sentimientos, las circunstancias, las relaciones o los antecedentes, y la frugalidad con la que son solventadas determinadas situaciones o aclarados los interrogantes.
"Arde Chicago" puede ser considerada muchas cosas, todas ellas buenas. Es una novela de iniciación, de pérdida de la inocencia. Es también una novela de humor.
Un personaje provechoso, Cassandra Lisle, mujer, dependiente, negra, joven, no muy agraciada y sí harto inteligente, y un entorno hostil, el Chicago de los días posteriores al asesinato de Martin Luther King, al que es expuesto, conforman el cuadro perfecto para la denuncia de injusticias y discriminaciones de clase, género o raciales, así como la manifestación de cuitas y temores existenciales.
El pecado de Charlotte Carter está en que se olvidó de escribir una buena novela de misterio.
Aunque la novela negra es un género de protesta, altavoz de la disconformidad y el desarraigo, tiene sus peculiaridades procedimientos, códigos, instituciones propias, rasgos identificativos que, en "Arde Chicago" no han sido respetados.
Aunque la novela negra es un género acogedor, amplio y transigente, sus atributos han sido despreciados por Charlotte Carter.