jueves, 30 de junio de 2011

"Versiones de Teresa", de Andrés Barba

Dos palabras, fundamentalmente, surgen después de leer "Versiones de Teresa", novela con la que Andrés Barba ganó a finales de 2005 el XVI Premio de Narrativa Torrente Ballester y que publicaría en 2006 la Editorial Anagrama; riesgo y exceso.

Como un exceso se puede entender la altura de las pretensiones y el riesgo de fracasar ante el nivel de las cuestiones tratadas, la sensibilidad, la inteligencia, la normalidad, la enfermedad, la cual traspasa los límites del texto contagiando a las palabras y alterando su significado, o el diferente modo por parte de hombre y mujer de afrontar el amor o simplemente el sexo, como imperioso deseo o como afán de conquista, como dominio o como posesión, como necesidad de comprensión o como deslumbramiento, y, en todo caso, como diferentes manifestaciones del egoísmo.

El que sea una novela con múltiples lecturas es un exceso por el que se corre el riesgo de que se pierda alguna de las diferentes posibles interpretaciones.

Excesivo también es concentrar, en apenas doscientas páginas que uno piensa van a ser leídas con facilidad, tal cantidad de reflexiones y opiniones deslumbrantes por su sensatez, así como el uso de una sintaxis enrevesada y una semántica dislocada, arriesgándose a que parte de las enseñanzas se desperdicie o a que el lector se rinda por agotamiento.

Pero lo más excesivo es, sin duda, la situación extrema planteada, a partir de la cual se abordan todos los temas que se quiere abarcar, siendo lo más arriesgado que sea respetada y comprendida tal necesidad, y salir airoso del desarrollo y resolución.

El resultado es un rotundo triunfo. Por la inteligencia y perspicacia demostrada, especialmente en sus reflexiones entorno a la muerte, tanto como acontecimiento como posterior ausencia permanentemente presente. También por la valentía con la que afronta este comprometido homenaje a la asimetría e imperfección asumiendo el peligro y el vértigo.

Para escribir "Versiones de Teresa", Andrés Barba se sirve de un exceso de piezas de artillería de las que está sobradamente dotado por su capacidad y aptitud, y corre el riesgo de que alguna le estalle en las manos, pero finalmente gana esta batalla a cañonazos lanzados y dirigidos con mucho sentido y puntería.  

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