miércoles, 17 de octubre de 2012

"Nosotros los animales", de Justin Torres


En la solapa se puede leer que Justin Torres es una joven promesa de la literatura americana, lo cual es muy posible; que algunos de sus relatos han aparecido en The New Yorker, Granta, Tin House y otras publicaciones, lo cual es irrebatible; y que "Nosotros los animales" supone su debut como novelista, lo cual es controvertido.

Aunque exista una relación de personajes común, un orden cronológico y una unidad argumental, aunque tengan una única voz característica, cada uno de los capítulos de "Nosotros los animales" es un relato en sí mismo, con la estructura, los mecanismos, los recursos y el lenguaje propios del género.

Cuentos cuidados, elegantes, contenidos, algunos ("Otras langostas", "Camioneta pichabrava") notables, que perfectamente podrían reclamar la independencia y llevar una existencia autónoma. O que, tal vez, en algún caso nacieron como una realidad individual, y han sido obligados por el autor a renunciar a su soberanía para terminar conformando esta armoniosa y racional confederación de relatos que es "Nosotros los animales".

Sea como sea, Justin Torres, en esta primera aventura como novelista, ha sido prudente. Ante el reto de afrontar la larga distancia, y temiendo acabar desfondado, se decidió por la comodidad de recorrerla en sucesivas etapas. Ha optado por no alejarse demasiado de territorios conocidos, por abordar temas asequibles, ya pateados, eso sí, por muchos otros antes, utilizando herramientas y métodos que domina, técnicas con las que se siente sólido y convincente.

El resultado, "Nosotros los animales" no es una novela ortodoxa, es un artificio, una astucia que funciona por su modestia. No se marca grandes metas, es una presentación. No ambiciona ser un hito, ni cambiar el curso de la historia de la literatura, únicamente lo que pretende Justin Torres es demostrarse a sí mismo, y a los demás, que sabe escribir.

Con pasos cortos pero seguros, firmes y maduros ("El tiempo de nunca jamás""Herencia"),  respetuosos, demasiado, con la tradición cuentista americana y conformes, demasiado, con la normativa que enseñan en sus talleres literarios, se muestra perspicaz, sensible, intenso, sugerente y, sobre todo, atractivo, al impregnar toda la narración con una sombra de rabia ciertamente perturbadora. Una pátina que enturbia y dota de originalidad a lo que amenaza con ser una semblanza familiar más, una rutinaria crónica de la iniciación, del desarraigo, de la pérdida de la inocencia, del maltrato, o del descubrimiento de la sexualidad. 

Todas esas pistas, todas esas anomalías, intentan, con mayor o menor éxito, preparar al lector para un desenlace que amalgama y da sentido al conjunto. Un cierre que supone el único riesgo, una pirueta para la cual ha cogido carrerilla desde el principio, pero velocidad sólo a partir del último cuarto, y de la cual sale más o menos trastabillado. Es un cierre digno, impactante, estremecedor, emocionante, consecuente al mismo tiempo que chocante. Un final que desentona, cuyo engarce con lo anterior, en cierta medida, chirría.

Justin Torres todavía no tiene el tacto lo suficientemente fino para controlar la espita de las emociones. No tiene bien ajustado el dispensador de tensión, ni lo tiene correctamente calibrado para las dimensiones y necesidades del género novelístico. Por eso lo que a lo largo de la historia desasosiega, al final se desborda.

Se dice que, en las primeras obras, la querencia natural es la de escribir en primera persona y la de hablar de uno mismo. "Nosotros los animales" está escrito en primera persona. No sé lo que tendrá de autobiográfico, algo seguro. Lo lamento por él. Sí sé que le vienen que ni pintadas sus propias palabras, cuando dice que poseía una aguda capacidad de observación, y cierta inteligencia, si bien resentida.

Una a una, sus partes son hasta magníficas. En conjunto, "Nosotros los animales" es esperanzador. Es sólo un comienzo, no la cúspide.


Más información sobre Justin Torres y "Nosotros los animales".