No conocía a Fernando San Basilio. En el pecado llevo la penitencia.
De esta ignorancia me han librado los de Impedimenta cuando, ahora que el proyecto está consolidado, con frecuencia abandonan la comodidad, relativa, de asegurar con figuras más o menos consagradas, aunque no sea aquí, para arriesgarse apostando por autores contemporáneos mucho menos conocidos (Eduardo Berti o Laurence Cossé).
A "El joven vendedor y el estilo de vida fluido", como antes a otros, lo escogí por la editorial, la portada y el título. Cuando es así no leo las solapas y apenas la contraportada para no verme condicionado. Qué ingenuidad. Está claro que solo soy capaz de formarme ideas preconcebidas equivocadas.
En este caso creía que Impedimenta había ido más lejos, que promocionaba a un desconocido, por primerizo y jovencísimo, autor. Al poco de comenzar la lectura de "El joven vendedor y el estilo de vida fluido" se percibe una madurez incompatible con la imagen construida de un autor prácticamente adolescente. A medida que sigues, demostrado que aquéllo se mantiene firme y no decae, comprende uno que ha errado, o ante un caso de monstruosa precocidad.
Al final las solapas te aclararán que Fernando San Basilio tiene de joven lo que tú, que ésta no era, obviamente, su primera novela sino la tercera, y que si no lo conocías fue porque Caballo de Troya no es el sello más promocionado del grupo Me gusta leer.
Y es que "El joven vendedor y el estilo de vida fluido" tiene un estilo de escritura fluido, con interminables cadenas de oraciones subordinadas y concatenadas formando fluidos párrafos. Un estilo donde se alternan con naturalidad y lógica diferentes formas verbales; la narración pasaba fluida del pretérito imperfecto al pretérito perfecto simple, de ésta al compuesto, que es sustituido por el presente de indicativo, al cual seguirá el futuro simple. Este ciclo se repite sucesivamente, sin tener porqué respetar la misma secuencia, y el conjunto crea una sensación de omnisciente panorámica envolvente.
Un estilo de compleja, metódica y cuidadosa construcción, pero de fluida y absorbente lectura, por medio de la cual, subrepticiamente, se van filtrando una serie de imágenes, sensaciones, consignas, ideas, sentencias que Fernando San Basilio quiere sean asimiladas por el lector.
A diferencia de la introductora Mercedes Cebrían, el clásico al cual vinculo "El joven vendedor y el estilo de vida fluido" no puede ser, por mucho que transcurra en un día o por tanto entrar y salir de pubs irlandeses, el "Ulises" porque de Joyce sólo me he atrevido con "Dublineses", y relacionar la Vaguada, ese experimento, ese laberinto, esa geografía detallada para anclar al lector a un presente real, con cuyo elemental y eficiente simbolismo Fernando San Basilio se siente tan a gusto (su anterior novela se titula "Mi gran novela sobre la Vaguada"), con populares territorios ideales es evidente. A mí, salvada la distancia que hay entre la grandeza de una y la modestia de la otra, la novela que me viene a la memoria es "El Quijote".
No sólo por el protagonista que, por supuesto, como la mayoría de los protagonistas tiene bastante de quijote, o por el título, largo y doble como los de antaño, sino fundamentalmente porque de manera similar a Cervantes, quien al parodiar un género parió la más grande novela de Caballería, Fernando San Basilio ha desenmascarado el género de la Autoayuda, mostrándolo como autoengaño y, a lo peor, lo que acaba logrando es que términos como Ambiente Facilitador, Chasquido Inicial o Experiencia Trascendente de Calidad sean expresiones de uso común entre frágiles y desamparados.
También como "El Quijote", "El joven vendedor y el estilo de vida fluido", a menor escala, transciende la simple ridiculización. La caricatura se convierte en tragicomedia, la sonrisa convive con el angustioso malestar ante la certeza de lo mostrado. Independientemente de la edad, cualquiera se identifica con las juveniles urgencias por la satisfacción de deseos o la obtención de gozo, con la inmadurez, el cruel desencanto, el terror y la frustración, con la ingenua búsqueda de soluciones fáciles para consecución de metas, la elusión de obstáculos o la evasión de la realidad de una generación, eso sí, significativamente hedonista, voluble, cómoda, especialmente consumista e incapacitada para el esfuerzo y el sacrificio.
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