Todo es extraño en Ismael Martínez Biurrun. Insólitos son sus libros, los cuales abordan temas sorprendentes, procuran ambientes lóbregos y son orlados con portadas raras, acertadas por sugerentes, elegantes las de Salto de Página, incongruente y disuasoria, inmerecida la de la laureada "Rojo alma, negro sombra". Singular es el lugar que ocupa en el paisaje literario patrio. Única, audaz, sugestiva es su propuesta. Excepcionales y eficaces los frutos. Misterioso que todavía una gran editorial no le haya convencido.
Mejor para los de Salto de Página, que lo aprovechen. Mucho mérito tienen al haber descubierto y alentado la originalidad de este autor que, en "Mujer abrazada a un cuervo", mezcla con acierto y sin que se le corte la emulsión, diversos géneros. El Terror Gótico clásico, el Thriller Médico convencional, la Novela Histórica tradicional, una Ciencia Ficción liberada de preocupaciones, en la que el rigor científico es superado a base de soluciones sencillas proporcionadas por la Fantasía, todos ellos conviven con normalidad.
Cada género tiene su espacio, su tiempo, una misión que cumplir y, también, unos tópicos, revisados pero reconocibles, que aportar. El resultado recuerda a "El libro del juicio final" de Connie Willis por la existencia de elementos comunes, a la vez que reclama su originalidad con profundas diferencias. Es una historia lograda, amena y bien resuelta a pesar de algún desvarío dramático extirpable que, por momentos, hace temer el fracaso de la empresa.
Tal vez la novela no sea perfecta, mas cuál lo es. Se le pueden poner algunos peros, pequeños, como inevitables lugares comunes, escenas innecesarias o licencias argumentales. Y hay que señalarlos porque es obligado ser exigente con quien se tiene la convicción de que puede hacerlo impecable.
No obstante, estas pegas ni ocultan ni superan los méritos y aciertos, que son más y mayores. Entre estos están una trama trabajada, equilibrada en su complejidad, que se sostiene bien desarrollada y con un ritmo cuasi constante. Una inesperada preocupación estética, un compromiso con el lenguaje superior a lo habitual, que proporcionan fortaleza, cuerpo y elegancia al texto. Y unos personajes en los que se percibe el esfuerzo por singularizarlos, dotarlos de personalidad y dibujarlos perfectamente, dejando Ismael Martínez Biurrun sólo uno de ellos simplemente esbozado, difuso, obligado por la intriga.
No obstante, estas pegas ni ocultan ni superan los méritos y aciertos, que son más y mayores. Entre estos están una trama trabajada, equilibrada en su complejidad, que se sostiene bien desarrollada y con un ritmo cuasi constante. Una inesperada preocupación estética, un compromiso con el lenguaje superior a lo habitual, que proporcionan fortaleza, cuerpo y elegancia al texto. Y unos personajes en los que se percibe el esfuerzo por singularizarlos, dotarlos de personalidad y dibujarlos perfectamente, dejando Ismael Martínez Biurrun sólo uno de ellos simplemente esbozado, difuso, obligado por la intriga.
Estamos, pues, ante un autor prometedor, ya reconocido mas todavía relativamente joven, con mucho tiempo aún por delante. Seguro que Ismael Martínez Biurrun, con sus tres primeras novelas, no ha ofrecido lo mejor que puede llegar a dar. Tampoco cabe duda que, cuando se centre en construir una historia sólida, más austera si es necesario pero carente de soluciones fáciles, cuando controle sus pasiones, evite desvaríos y reprima vicios, cuando madure, entregará a sus editores magníficos productos.
Con dicha esperanza es con la que vamos ansiosos a comprar "El escondite de Grisha", y comprobar si definitivamente ha dado con la tecla, o, por lo menos, sigue recto camino de eso.
Con dicha esperanza es con la que vamos ansiosos a comprar "El escondite de Grisha", y comprobar si definitivamente ha dado con la tecla, o, por lo menos, sigue recto camino de eso.
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