La entrada anterior se cerró con una reivindicación en favor de las historias sencillas y humildes. La casualidad ha querido que la siguiente lectura sea un perfecto y conseguido ejemplo. Claro que la probabilidad ha sido adulterada, considerando la talla del ejemplar escogido.
En este otro extremo, en las antípodas del mismo grupo editorial, al amparo del pequeño y aparentemente residual sello Caballo de Troya, está "Las tres balas de Boris Bardin". El apellido no sé si será algún tipo de homenaje por parte de Milo J. Krmpotic´, pero seguro que no es un cifrado aviso de lo que hay en su interior. Poco que ver con el onírico, enigmático, minoritario y no suficientemente reconocido John Franklin Bardin.
Es éste un relato carente de todo subjetivismo, de cualquier concesión a la retórica, la reflexión, siquiera a la opinión. Es una historia pura, libre de adornos, desnuda. Es más incluso. Un concentrado, el resultado de sucesivas destilaciones, necesarias hasta lograr el elixir cuyos componentes son los fundamentales, básicos e imprescindibles.
Los ingredientes irrenunciables. El dolor y el placer, el sexo más explícito y una violencia descarnada; el amor y el odio, representados como amistad o miedo, como fraternidad o venganza, como soledad. Sentimientos simplemente expuestos, pero no explicados ni, por supuesto, maquillados o justificados.
Esa síntesis y concreción exige un compromiso al lector. No sólo el esfuerzo requerido a los no familiarizados con el dialecto platense, a los cuales se nos socorre con un incompleto glosario de argentinismos. También lo obliga a participar en la construcción de la historia. Se le proporcionan unos sólidos cimientos y una firme estructura, y se le permite al cliente que imagine y decida los acabados, que rellene los huecos, los comienzos y los finales, los antes y después, los precedentes y las consecuencias de un relato diáfano y lleno de posibilidades y preguntas, como la vida.
Como la vida, este cuento extenso y moderno está lleno de incomunicación, desconocimiento, de resquicios abiertos a la especulación, de dudas. Cual escultura de Pablo Gargallo, muestra el valor y la importancia de los huecos, de los vacíos, materializados en silencios y omisiones, en prudencia y concisión.
En este otro extremo, en las antípodas del mismo grupo editorial, al amparo del pequeño y aparentemente residual sello Caballo de Troya, está "Las tres balas de Boris Bardin". El apellido no sé si será algún tipo de homenaje por parte de Milo J. Krmpotic´, pero seguro que no es un cifrado aviso de lo que hay en su interior. Poco que ver con el onírico, enigmático, minoritario y no suficientemente reconocido John Franklin Bardin.
Es éste un relato carente de todo subjetivismo, de cualquier concesión a la retórica, la reflexión, siquiera a la opinión. Es una historia pura, libre de adornos, desnuda. Es más incluso. Un concentrado, el resultado de sucesivas destilaciones, necesarias hasta lograr el elixir cuyos componentes son los fundamentales, básicos e imprescindibles.
Los ingredientes irrenunciables. El dolor y el placer, el sexo más explícito y una violencia descarnada; el amor y el odio, representados como amistad o miedo, como fraternidad o venganza, como soledad. Sentimientos simplemente expuestos, pero no explicados ni, por supuesto, maquillados o justificados.
Esa síntesis y concreción exige un compromiso al lector. No sólo el esfuerzo requerido a los no familiarizados con el dialecto platense, a los cuales se nos socorre con un incompleto glosario de argentinismos. También lo obliga a participar en la construcción de la historia. Se le proporcionan unos sólidos cimientos y una firme estructura, y se le permite al cliente que imagine y decida los acabados, que rellene los huecos, los comienzos y los finales, los antes y después, los precedentes y las consecuencias de un relato diáfano y lleno de posibilidades y preguntas, como la vida.
Como la vida, este cuento extenso y moderno está lleno de incomunicación, desconocimiento, de resquicios abiertos a la especulación, de dudas. Cual escultura de Pablo Gargallo, muestra el valor y la importancia de los huecos, de los vacíos, materializados en silencios y omisiones, en prudencia y concisión.
Todo ello está al servicio de, o fundamentado en, una propuesta estética legítima, la que escoge mostrar la vida con crudeza y el mayor realismo posible, sin ornato ni banda sonora. Sin juicios, no ya un narrador o director de escena.
La consecuencia que, a cambio, hay que asumir es que estos pequeños bocados no sacian. Pero, por coherencia con los pareceres propios, no se puede denunciar que la historia y los personajes estén malbaratados. Qué va. El gusto que deja es mucho más estimulante, avivando la especulación, la recreación de las escenas y la invención de distintas posibilidades y alternativas.
Sólo se añora alguna confirmación. Y, por supuesto, una secuela.
La consecuencia que, a cambio, hay que asumir es que estos pequeños bocados no sacian. Pero, por coherencia con los pareceres propios, no se puede denunciar que la historia y los personajes estén malbaratados. Qué va. El gusto que deja es mucho más estimulante, avivando la especulación, la recreación de las escenas y la invención de distintas posibilidades y alternativas.
Sólo se añora alguna confirmación. Y, por supuesto, una secuela.
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