En Impedimenta tienen un singular concepción de la novela detectivesca.
La peculiaridad de su criterio ya se atisbó con "La juguetería errante".
Ahora, con "La promesa de Kamil Modrácek", esta pauta se confirma, al mismo tiempo que se quebranta.
Da igual lo que digan en Alemania. Jirí Kratochvil no ha escrito una novela de género.
Que nadie se acerque a esta novela esperando encontrar algo parecido a Milos Urban.
Al estar fresca aún en la memoria la magnífica la lectura anterior, es posible, reconocidas las evidentes diferencias, frutos de tradiciones literarias dispares y reflejos de unas circunstancias históricas antagónicas, forzar un paralelismo entre "La promesa de Kamil Modrácek" y "Un paraíso inalcanzable", encontrar incluso sutiles pero básicos elementos comunes.
El humor ácido de "Un paraíso inalcanzable", en "La promesa de Kamil Modrácek" es macabro. El cinismo y veleidad de uno, al otro lado del Telón de Acero se convierten en esperpento y crudeza.
John Mortimer fue ciertamente más convencional en las formas y transigente con sus paisanos. Si la obra del británico era una revisión de su entorno, la de Jirí Kratochvil es un ajuste de cuentas que supura mucho dolor, y descarga su rabia contra los estamentos del estado y la sociedad en general.
Comprensible. No fue lo mismo vivir la posguerra, ni las décadas posteriores, en Brno que en la campiña inglesa.
"La promesa de Kamil Modrácek" es una reivindicación, una celebración, una demostración de libertad. Jirí Kratochvil no se somete a una sola voz, ni a un único punto de vista. Quiebra la linealidad temporal, vulnera la estructura tradicional del relato, y no respeta la cuarta pared. Un cuadro cubista, descoyuntado, complejo y eficaz.
Aunque escrita años después, rememorar aquella época supone volver a sumergirse en el pozo de la vejación.
Para dicha inmersión, es necesaria una coraza ficticia, una gran metáfora que se desplegará plena en la última parte y en cuya construcción Kafka se convierte en guía y referencia obligada.
Los elementos mágicos, el surrealismo, lo grotesco, o el humor negro, técnicas imprescindibles con las cuales, en su momento, se pudo digerir la situación, válvulas de escape que posibilitaron el mantenimiento de la cordura, son ahora ingredientes expresivos y analgésicos, las herramientas requeridas para explicar la opresión, la arbitrariedad, la injusticia, la burocracia, la estulticia, el miedo, la docilidad.
"La promesa de Kamil Modrácek" es un higiénico viaje al pasado reciente, a un destino onírico, oscuro e irreal. Una incursión donde, entremezcladas la angustia y el bálsamo, no hay intención de resolver algún misterio.
Al contrario, hay más denuncia que conciliación. Son más las preguntas planteadas que las respondidas. Y más las heridas abiertas que las cerradas.
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