En alguna pretenciosa entrevista a Eduardo Mendoza o Vargas Llosa surge el tema del fin de la novela. Nunca he visto que se plantee el más lógico asunto del fin no ya del cuento, un concepto caduco, sino del relato corto, cuestión más pertinente por cuanto es un territorio completamente explorado, cartografiado y delimitado por cuatro puntos cardinales, Poe, Chéjov, Borges y Cortázar. Después de ellos se puede intentar alcanzar su nivel pero no parece posible escapar a su influencia. Únicamente poetas como el brillante Felipe Benítez Reyes, magistral en la narrativa breve pero extraviado en la novela, son novedosos, frescos e interesantes. Eloy Tizón y su "Velocidad de los jardines" confirman esta opinión. Hay que bordear la poesía o desde ésta asomarse al relato corto para que, de esta mezcla, surja algo nuevo, magnífico, no perfecto pero con un nivel medio muy alto.
Buscando "Labia" o "Seda salvaje" me encontré y conformé con estos once relatos escritos hace prácticamente veinte años, y que Editorial Anagrama ya sólo publica en su colección "Compactos". La elegancia, profundidad y consistencia de este libro le hace aspirante a perdurar en el tiempo, a vencer al olvido, a ganarse el favor de la memoria y que ésta le otorgue inmortalidad. Para ello habla precisamente de eso, de los recuerdos, de lo que quedará, de lo que nos sobrevivirá. Y se sirve de sobrios personajes, solitarios o desencontrados, cuyas vidas dejarán efímera huella que el autor reivindica.
Esta colección de relatos respeta una sutil unidad ambiental, temática y formal que, a la vez, evoluciona uniformemente de tal modo que el primero y el último son totalmente distintos. El primero, presentación y declaración de intenciones, es un poema. Las frases son más versos que oraciones. Las imágenes propuestas son hermosas, interesantes y evocadoras, pero demasiado abstractas para la prosa. La narrativa de la vida se pierde con el paso del tiempo. La memoria, los recuerdos quedan reducidos a imágenes, perdiéndose el argumento.Y sin narración no hay prosa, hay poesía.
A partir de ahí los textos mudan de una abstracción poética hacia relatos más convencionales. Es un proceso inverso al de nuestra existencia, un intento de recuperación y lucha contracorriente perdida ante el paso del tiempo. Similar cambio se da en la localización temporal, que va de ambiguas referencias a claras pistas para situar en el tiempo las historias.
En esta evolución, "Villa Borghese" es el punto medio en el que se da el equilibrio perfecto entre poesía y prosa. Un relato elegante y evocador, donde aparece Chéjov revisado y actualizado. Hasta ese momento lo leído era novedad. En adelante se recupera el control, se posan los pies en un mundo reconocible. "Austin", "Familia, desierto, teatro, casa" o "En cualquier del atlas" son relatos interesantes pero irremediablemente se percibe la presencia de los dos argentinos, del ciego y del francés. Sólo falta a la cita Poe.
A esas alturas poco importa que se vean algunas calvas. La sensación general es tan grata por lo anterior que parece lógico que "Velocidad de los jardines" sea merecedor de ser incluido en listas de libros más importantes de los últimos 25 años, y Eloy Tizón considerado, por ésta y sus otras obras, uno de los autores con más futuro.
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