"La nueva taxidermia" es como su portada. Lo que ven fuera es lo que van a encontrar dentro. Si es de su gusto el exterior les satisfará lo qué cuenta y cómo lo cuenta Mercedes Cebrián.
A mí me gustó la portada y por eso lo compré. Me gustó la preocupación por el diseño, la alusión a la moda, el aire vintage y algo chic, con una pizca de humor, y evocador de los recortables infantiles. Todo eso lo hay también en el interior: Inteligencia, gusto, elegancia y equilibrio.
"La nueva taxidermia" consta de dos, como la Editorial Mondadori publicita, nouvelles, término que remarca que son algo más que dos relatos, tanto por su longitud como por la profundidad y densidad de su contenido. Ambos textos tratan cómo las personas se enfrentan al medio que les disgusta o les inquieta, y la estrategia adoptada para resolver la cuestión es distinta en cada historia, en un caso modificar y alterar ese entorno y, en el otro, fabricar los útiles necesarios para defenderse y comunicarse.
Pero hay mucho más. Mercedes Cebrián aprovecha para evidenciar y ridiculizar la sociedad y cultura actual, a lo peor demasiado actual y focalizada en un instante concreto, la cual es revisada de arriba a abajo, desde aspectos generales como las relaciones personales, la incomunicación o la soledad, hasta cuestiones más concretas y materiales, el sometimiento al consumo, las modas y el diseño, conceptos que debidamente combinados dan lugar a las tendencias, las perfectas herramientas para una manipulación indolora.
Y todo eso lo hace con un pleno dominio del lenguaje y la sintaxis que le permite controlar el tono adecuado en cada momento, mordaz, reflexivo, frívolo o nostálgico, y dosificar el mensaje.
El resultado son "Qué inmortal he sido" y "Voz de dar malas noticias", unos textos amenos y fluidos, con unas descripciones agudas, sutilmente irónicas o abiertamente crueles que recuerdan a otro autor de la casa, el Javier Calvo de "Mundo maravilloso" y, en menor medida, de "Corona de flores". Cierto que éste es más exagerado, pero utiliza referencias más obvias o clásicas, que soportan el paso del tiempo, a diferencia de Mercedes Cebrián, cuyas imágenes tienen pleno sentido para una generación, pero su significado y connotaciones se perderán para las siguientes o no son ya completamente comprendidas por las anteriores, por ejemplo lo relativo al sistema educativo de los ochenta o a unos gustos decorativos muy concretos.
El tiempo dará o quitará razones. Yo, que comparto promoción con Mercedes, he disfrutado con la lectura.